jueves, 23 de abril de 2015

Galeano






Hace algunos años fui a Montevideo con el intenso deseo de conocer a Eduardo  Galeano. Fui al bar el Brasilero del centro pero él iba al de la ciudad vieja. Fui el fin de semana y solo iba de lunes a viernes. Así que con lamento, acepté que no lo iba a ver.

Este deseo era la inevitable consecuencia de lo que Galeano había significado en mi vida, en mi generación. Fuimos sus hijos lectores, que devoramos sus libros, en especial sus venas abiertas.

Su muerte- como todas las muertes de los míos- me deja anonadada y adolorida. Lo lloré como si lo hubiera tratado con intensidad. Pero sí. Lo traté con intensidad. Me enamoré y me desenamoré con sus textos amorosos. Me formé y me conformé con sus textos político. Las venas abiertas fue como un fuego que me arropó cuando entré a la universidad. Cuando me lo asignaron en una cátedra lo comencé a leer y no paré hasta que llegué a su última pagina y ya después no fui la misma.

Puede entonces definir ese año 73, como el año en el cual mi vida tuvo un punto de inflexión  y el libro de Galeano, como el responsable de ese acontecimiento. Ese texto hizo crecer el texto que soy y si bien han habido otros que me han marcado, el inicial fue ese.

Hoy reviso su obra y repasó momentos únicos de mi vida, al calor de su letra. Sin embargo, siento que cumplió y que se fue feliz, realizado, contento con lo que hizo en la vida y eso me dio calma, consuelo ... y alegría.  Con vos amé el periodismo. Te lei tus textos con pasión de alumna y solo puedo decirte gracias.