Ella soñó con él, como casi nunca ocurría. Ella soñó que se deslizaba desde arriba, de un árbol tal vez, y se posaba en él, recorriéndolo con su cuerpo hasta quedar en horcajada, encima de su ingle, al mismo tiempo que le decía qué cosa tan exquisita, como alguna vez lo sintió y como seguramente, más de una vez lo hizo. El le decía que más exquisito era para él volverla a sentir, a oler. Ella fue inmensamente feliz, como hacía mucho no lo era ni siquiera en sueños.
Ella no lograba creer que había soñado con él y que había sido agradable. Desde siempre, las pocas veces que lo había hecho, terminaba casi que llorando, mejor dicho llorando y mucho. Sentía que ni siquiera en sueños la historia tenia un final feliz, pero ahora todo había sido diferente y más que un sueño, había sido un recuerdo enriquecido. Un regalo ante tanta sequía y tanto desamor. Pero asombrosamente, ella no sintió nostalgia. Simplemente sintió.
Ella tenía tiempo que no escribía sobre él. Ella tenía tiempo que no era feliz con el recuerdo de él.