Inimaginable el dolor. Inimaginable tu ausencia. No saberte físicamente en Maracaibo, en esta ciudad que tan bien conocías y ella a vos, no resulta potable. Este martes 17 de enero cuando corrió por la ciudad, como un grito infinito tu muerte, algo se paralizó. Nada volvió a ser igual. No salíamos del asombro y más de una rogamos para que no fuese cierto. Pero, era verdad y qué verdad.
Conocí a Francisco allá en los 70, cuando comenzamos nuestra vida universitaria. Le veía con esa actitud circunspecta y esa cara de buen estudiante que no se la quitaba nadie y comenzamos a transitar los caminos de la política. Convergimos en múltiples actividades. Luego una lo vio crecer, convertirte en un respetado profesor universitario, especializarse en criminología y dirigir el Instituto que lleva esa temática en LUZ y que tiene el nombre de Lolita Aniyar.
Así en los 90, cuando ella fue gobernadora, lo nombró Director de la cárcel de Sabaneta y allí sí que demostró para qué era bueno. Recuerdo como Oscar Rincón me contaba, con profunda admiración, su temple y valor para enfrentarte al pabellón más peligroso. Cómo lo respetaban los presos a fuerza de seriedad y compromiso con el tema penitenciario.
Y así, una se fue acostumbrando a verte lidiando con los problemas de esta ciudad. Comprometido. Entregado, sin aspaviento ni altisonancias. Siempre dispuesto a conversar sobre los temas más disimiles. Fuiste un servidos público nato. Con vocación. Como pocos.
Una se sentía orgullosa de saberte uno de los mejores criminólogos del país y además saberte “nuestro”. Nuestro por zuliano, nuestro por maracucho, nuestro por estar acompañando este proceso, nuestro por compartir preocupaciones y sueños. Nuestro.
Una se sentía orgullosa de saberte uno de los mejores criminólogos del país y además saberte “nuestro”. Nuestro por zuliano, nuestro por maracucho, nuestro por estar acompañando este proceso, nuestro por compartir preocupaciones y sueños. Nuestro.
Intenté recordar esa noche fatídica cuando me comunicaron la noticia, la última vez que habíamos conversado y recién lo pude hacer. Fue con motivo del referéndum que se hizo en LUZ para decidir si, el DIBISE entraba a dar seguridad ante la creciente ola de atracos y violaciones que se sucedían en la Universidad. La propuesta prosperó con más del 90 %, incluido mi voto, pero él estuvo en desacuerdo y me dio una razones tan convincentes que me hizo dudar de mi decisión. Ahora que los delitos han bajado de manera considerable, sigo recordando su argumento para estar en contra: una situación coyuntural no puede llevar a tomar medidas que en un largo plazo pueden ser modificadas. La Universidad debe conservar su autonomía.
Como una letanía decía que la corrupción policial era el peor flagelo que enfrentaba el país. Y él lo sabía muy bien. Señalaba con dolor e impotencia que ella nos estaba ganando la partida.
Tu entierro fue un acto de dolor compartido, una tragedia común. Por allí vi hacerse presente medio Maracaibo, sin distingos, rompiendo como pocas veces esta polarización que atosiga y asfixia, pero no hubo sorpresa. Todos sabíamos cuan querido y respetado eras. El asombro y la incredulidad eran el lugar común de los comentarios. Cómo pasarte eso a vos Francisco, tan comedido, tan centrado, tan pausado. Cómo. Algunos pensaban en José Gregorio y su muerte infausta. Otros en el dolor de cuando Luis Hómez murió. Todos concordaban en la perplejidad de no creer que ya no volveríamos a verte en esta ciudad.
Cómo será Maracaibo sin vos, me pregunto en esta madrugada que recién he podido escribir, en este instante, donde recuerdo que no pude llorar porque el dolor me lo impedía como pocas veces me ha pasado. Me pregunto entonces cómo hacer para sobrellevar a esta ciudad sabiendo que ya no te veré más, que no nos volveremos a cruzar. Que no volveré a ver tu sonrisa, ni a escuchar tu voz dando luz y sentido a tantas sinrazones que diariamente vivimos. Cómo. Invoco entonces tu nombre y digo con Octavio Paz : “ déjame que te olvide para que en este olvido siga creciendo tu voz”.
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