Hace ya más de 365 días que Adilfer no está con nosotros. Seguramente la mayoría de los que lo conocimos no hemos dejado de recordarlo.
Su memoria atraviesa la memoria de muchos y se convierte en referente permanente de lo que fuimos y quisimos ser. Con él recorrimos los caminos de la política, de la música- su gran pasión, entre otras- de la rumba, pero sobre todo los caminos de la amistad.
Adilfer siempre fue como un faro para nuestra generación. Aun en las cosas que no compartíamos podíamos dialogar. Era denso y humilde. Combinación no muy frecuente. Era pasional al extremo. Podía hacer punto de honor de las cosas más nimias, pero contentarse inmediatamente sobre todo si con quien había discutido era su amigo.
Tenía de la amistad un concepto profundo y casi eterno. Sus grandes amigos y amigas los conservó hasta el final, no exentos de diferencias, porque hizo de la reflexión y la polémica un modo de ser.
Adilfer era un militante de los sueños. Siempre cargaba un proyecto bajo el brazo. Así su legado material está lleno de libros, de ensayos, poesías, de cosas por hacer que ahora tenemos casi la obligación de divulgar para que esta memoria no se diluya y trascienda más allá de sus amigos y familiares.
MGV
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