La muerte es vida vivida, la vida es muerte que viene; la vida no es otra cosa que muerte que anda luciendo.
Borges
Conocí a Argenis hace muchos años, cuando estudiaba primaria y creía en pajaritos preñaos. El y sus dos hermanos, eran tres hermoso niños que su padre Pedro cuidaba como si fueran tres niñas: los arreglaba, los acicalaba y los cuidaba con un fervor poco visto por mi.
Viví muchas cosas con él: estudiamos en liceo Rómulo Gallegos, entramos a la adolescencia juntos, a la juventud juntos, a la política juntos (al MAS de nuestros tormentos), podría decir que entré a la vida tomada de su mano, casi al unísono. Esa hermosa vida que es la adolescencia y que él y yo vivimos plenitud. Nuestras primeras fiestas, aquellas de 7 a 12 de la noche, la hicimos en su casa, allá por la Iglesia del padre Claret, cuando Alonso- mi querido Alonso, que hoy se me multiplica en esta ausencia de Argenis- decía que él y yo andabamos junto; el con una hebilla grandota con el símbolo de amor y paz, sus zapatos machotes, con nuestros LP en un brazo y yo con una cinta en mi cabeza, con mis dedos en V, hablando de amor y paz. Algo de eso hubo. Algo.
Me hubiese gustado nunca-jamás haberlo despedido.
Por hoy dejo estas fotografías como testimonio. Luego la sigo...cuando el dolor y la nostalgia me lo permitan.
Me hubiese gustado nunca-jamás haberlo despedido.
Por hoy dejo estas fotografías como testimonio. Luego la sigo...cuando el dolor y la nostalgia me lo permitan.
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