Hoy es domingo 21 de mayo. Desde el 1 de abril comenzó esta espiral de violencia con las guarimbas, pero que creía que ya, para esta fecha, 51 días después, todo estaría resuelto. Lamentablemente no ha ocurrido así y henos aquí, viviendo en una situación de guerra. Es esa la mejor imagen que tengo para expresar lo que vivo y vivimos buena parte de los venezolanos.
Vengo de un padre que logró salvarse de ser fusilado en la Guerra Civil Española y que, supongo, vivió toda esa locura desatada por Franco cuando decidió desconocer a la República. Jamás imaginé que pudiera vivir algo parecido. En estos días decía que lo único que faltaba para vivir en guerra era la sirena que anunciaban los bombardeos. Pues recién me entero que ya en San Antonio de Los Altos y en San Diego, en el Estado Miranda, la están usando. Esa zona la tienen tomada los irregulares hace más de una semana. Allí se hicieron del poder y controlan todo. No logro entender cómo y dónde está el gobierno.
Con frecuencia me gusta salir los domingos a ver algo en el Centro de Arte Lía de Bermudez y lo que hay en los otros museos. Ya hoy no me provoca, aparte de que me da terror encontrarme con una guarimba donde te asaltan, te quitan teléfono, dinero, gasolina. Ya se han denunciado violaciones y secuestros. Los malandros devenidos en guarimberos y viceversa. Esto es invivible. Todas nuestras rutinas alteradas.
Por supuesto tengo una anomia que va in crescendo. No me provoca nada. Duermo y leo mucho. Quisiera dormirme y despertar cuando todo esto haya pasado. Pero no hay luz al final del túnel. No consigo un resquisicio de dónde agarrarme.
Mañana debería ir al odontologo, hay cierta urgencia en ello y, verme con una abogada para resolver un problema de convivencia que tengo con la vecina de arriba de mi apartamento, que me ha hecho mucho daño a la infraestructura del mío. Ignoro sí podré salir. Ignoro sí querré salir.
Así se va el día, revisando correos, noticias y las redes, esa formidable arma de guerra que nos ataca en lo más vulnerable y lo más precioso del ser humano: su siquis, su alma, su voluntad. Para mi la más dañina es FC, con la cual me conecté recientemente. En algún momento debo dejarla.
Como poco, muy poco y menos ahora que tengo un desequilibrio estomacal que no me permite retener casi nada. Tampoco me da hambre como tal. Me da un poco de acidez y por eso ingiero alimentos, pero no me provoca cocinar, aunque sí los compro. Me aterra la idea de quedarme sin nada en mi despensa y en mi nevera. Paranoias de tanto haber leído sobre la II Guerra Mundial, la GCV, los nazis, los getos. Ay dios, tantas lecturas que siempre me resultaron lejanas, como la discriminación contra los judíos y que ahora la siento en contra de los chavistas.
Ayer sábado 20 fui a un supermercado de la zona, mayoritariamente de clase media. Allí vi una escena que seguramente comienza a hacerse cotidiana: una señora le dice a un señor que no se vaya a colar, este le responde que él no lo va a hacer porque, entre otras cosas, " él no es chavista" para hacer eso. Sin ton ni son hizo la acotación. Nadie contestó pero las sonrisas funcionaron como señal de aprobación, a los pocos minutos nuevamente alguien- creo que un conocido- le recuerda que se quería colar y este le repite que él no es chavista, en cambio quien lo está señalando sí: Tú si eres chavista, nadie dice nada, pero nadie sonríe y creo ver un instante de terror en los ojos del señor señalado, quien se aleja rápidamente de la zona " de conflicto" y en esa rapidez se le cae una bolsa de cebollas, el señor- de cierta edad- lo noto un tanto nervioso y acudo y le facilito una bolsa para que pueda irse lo más pronto posible, mientras el otro seguía insistiendo en su filiación chavista, que el señalado no desmentía pero tampoco aceptaba. Una escena que de seguro se irá volviendo cotidiana. Lamentablemente.
Decidí escribir estas crónicas, anotaciones, porque sino siento que voy a explotar. Vivo como si estuviera en un gueto. Con temor a salir. Con temor a ver las noticias y encontrarme nuevos muertos y nuevos saqueos. Con temor a encontrarme a un país, a una ciudad y a unos connacionales que no reconozco o en los que no me reconozco o no me quiero reconocer.
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