sábado, 21 de abril de 2012

Horror (de la serie Ellas, Nosotras y Vosotras)



Ella tenía 12 años y él también. Fue casi que un amor a primera vista, como suele ocurrir a esa edad. O por lo menos, eso creemos. El era hermoso y bonito. Ella extrovertida y coqueta. Temblaban cuando se veían. Apenas rozaron sus manos, pero esa primera emoción les permitió incursionar en el mundo del amor con buen pie o por lo menos, así parecía. ¿Cuánto duro? No sé. A esa edad el tiempo es muy largo y un mes puede parecer un siglo; lo cronológico se mide de otro modo o transcurre a otra velocidad, como dicen que dijo Einstein. Esa época, muy bien podría parecerse al de las estrofas de la balada de Hans y Jenny, escrita por Aquiles Nazoa: su amor era tierno y hermoso como dos colegiales cuando comparten su pan. Así era. Así lo vivieron y así lo recordaban. Alguna vez eso se acabó, sin tener muy claro las razones. Con  el tiempo esas cosas se olvidan. Años después volvieron a verse en la universidad, cada quien con su pareja. Nada especial. Transcurrieron entonces como 3 décadas para volver a saber el uno del otro o de la otra. Muchas cosas habían ocurrido. Muchas. Al comienzo solo se hablaron por teléfono, allí intentaron ponerse al día : qué habían hecho, los hijos, el trabajo, en fin la vida. Habían muchas cosas por contar y por sentir. Se revolvieron los afectos y las emociones. Se revolvió el alma, que volvió a ser adolescentes en un viaje hacia el pasado guiado por la nostalgia. Decidieron verse entonces, luego de una larga jornada de muchas llamadas y mensajes de texto, poemas incluidos. Ay Dios. Y llegó, por fin, el día previsto para mirase de nuevo, sin artilugios, sin intermediarios. Llegó el día en donde todo podía ser posible. Todo. Llegó el día macerado, deseado. Cual adolescente, ella se puso su mejor ropa, interior incluida, hasta se perfumó. Trató de no descuidar ningún detalle. Trató. El también hizo lo propio. Suponemos. Y llegó el momento. Y en ese  viaje al pasado, ella lo volvió a ver, a mirar, a detallar y no podía creer lo que él le devolvía como imagen, como voz, como estilo, como forma: "la magia" se había esfumado. Era una caricatura de lo que alguna vez fue. Sin rastro alguno de lo que ella conoció, ni por dentro, ni por fuera. Cómo si un vendaval hubiese arrasado con él. Cómo si un tractor le hubiese triturado cuerpo y alma. Como si se hubiesen ensañado con ese adolescente que ella conoció y del que hoy apenas quedaba el nombre. Solo eso. No había nada de qué hablar. No había tema. No había vida que compartir. Todo parecía caricaturesco; el lugar, la cita, el encuentro, todo. Nada se salvaba. Como si de un huracán se tratara. Ella evitaba pensar y él, supongo también. Intentaron besarse y fue peor, porque ella supo entonces- con absoluta certeza- que no había quedado nada de lo que alguna vez vivió y sintió. Ni siquiera el hedonismo pudo hacer algo por salvar un momento que jamás debió ser. Ella quiso pensar que nunca ocurrió. Que ese horror no fue con ella. Que era un invento. Una ficción. 

No hay comentarios: