miércoles, 30 de septiembre de 2020

Quino nuestro....

 




Por más que lo intento no lo puedo evitar; tengo muchas ganas de llorar con esto de la muerte de Quino. Quino nuestro. Me hice adolescente leyendo a Quino. Fui a la Universidad leyendo a Quino. Me metí en política leyendo a Quino. Crecí leyendo a Quino. Me hice adulta leyendo a Quino. Envejezco leyendo a Quino. Moriré leyendo a Quino. Nunca me cansé de leerlo, celebrarlo y reírme, sobre todo eso. Incluso, alguna vez, hasta me llegaron a llamar así.


No hay manera de entender buena parte de la segunda parte del siglo XX sin Quino, Mafalda y sus amigos. Desde 1964, cuando comenzó a publicarse la tira, como una campaña de publicidad encubierta destinada a la empresa de electrodomésticos Mansfield, su presencia no ha cesado. Aun cuando se dejó de hacer en 1973, los dibujos siguieron publicándose en todos los formatos posibles: libros, agendas, franelas, marcalibros, afiches, hasta en dibujos animados se hicieron y se seguirán haciendo. Maflada ha sido traducida a más de 30 idiomas. En Buenos Aires, en barrio San Telmo, desde el 2010, hay una plaza con su estatua para el disfrute de los porteños y sus visitantes.


Las reflexiones de Mafalda son una cátedra permanente, no buscada por su autor, sobre diversos tópicos, aderezados de humor, que nos dieron pistas sobre temas como la desigualdad, la injusticia, el feminismo, la ecología, la política, por citar algunos, mucho más contundente que algunos de los textos universitarios que nos tocaba leer.


Este miércoles 30 de septiembre, la tuitosfera hispanoamericana estalló en recuerdo de Quino, Mafalda y sus amigos, si hasta el vicepresidente de España, Pablo Iglesias, el presidente de Argentina y Cristina Kitc le ha dedicado un tuiter, lamentando la muerte de su creador.


En el 2014, Quino le declaró a Página 12 de Argentina “Aquella fue una época muy llena de acontecimientos; parecía que el mundo iba a cambiar para mejor; estaba Mayo del ’68, estaba la buena guerrilla en América latina –también había de la mala–, estaba Juan XXIII, había mucha esperanza de que el mundo cambiara. Después cambió, no digo que para peor, pero para seguir como siempre.”


Con la muerte de Quino, Joaquín Salvador Lavado era su nombre de pila, una siente que buena parte de nuestra adolescencia, juventud y... sueños se van con él. El mundo no fue cómo lo soñamos y por el que dedicamos años de nuestras vidas en diversas militancias, convencidas de que andábamos cerca. Pues no fue así y Quino le pone la guinda a esta contundencia. Ya tampoco estará él para recordarnos, con su humor ácido y tierno a la vez, que todo era posible... pero no fue. Nos dejo, eso sí, el sabor dulce de la esperanza y del sueño compartido.




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